Nunca fui fan de Cecilia.
Pantoja es su apellido.
Un día de los años 90 apareció vestida en la TV como un Elvis Presley, con un ajustado buzo plateado "pata de elefante". Nunca la había seguido, pero sí la había escuchado y mucho… y leído en la revista RITMO y RINCON JUVENIL.
Su pelo corto disimulando sus rulos inmensos, seguía con su peinado inalterable.
Corrían los 60' y el cancionero radial era el telón de fondo de un mundo bullente, relamido y sentimental cuando vibraba su voz en los vinilos y los parlantes de las radios a tubo; esas con ojo mágico.
Cuando la anunciaron creí que no podría manejar el espacio ni las cámaras, puesto que era una resurrección de La Nueva Ola, sin embargo bastó que lanzara sus primeras notas y los escrúpulos se fueron a la misma parte de donde nacieron; los prejuicios. Se entregó emocionada y el amor de los que la escuchaban pareció agrandarla aún más.
Yo estaba con una sonrisa de oreja a oreja.
Diva de la juventud que llenaba emisoras radiales cuando en ellas había maratones de artistas. Sureña, de Tomé, Cecilia era, es, en verdad una voz excepcional .
Treinta años después tenía la voz un poco gastada pero la magia intacta, porque ella era Cecilia, La Incomparable, única, irrepetible. Entonces su rostro pareció rejuvenecer por las notas de su canción y su voz la sentí con el potente y fino vibrato que siempre escuché en la radio Normende o Grundig de mi tío y a la que sordamente no le presté mi atención juvenil porque mis afanes estaban en otros sonidos.
Después de esa presencia en la pantalla, Cecilia desapareció nuevamente, tal vez a noches de boîtes y a marquesinas de medio brillo o letreros de pizarra y tiza, pero en mi corazón está su estrella iluminada y vibrando para siempre.
Cada vez que la escucho, me sale una sonrisa enorme del pleno corazón.
y de esta también