viernes, 18 de mayo de 2018

PAUL Mc CARTNEY - Drive my car - Santiago Chile 2011 [HD]





Si hay un objeto más lleno de admiración ilusa, es ese adminículo de brillos y fibra de vidrio más reluciente que cualquier vehículo de la Guerra de las Galaxia atravesando el estrellado espacio en la oscura inmensidad desconocida. 
Ese chiche digno de más devoción que la Virgen de Lo Vásquez, que contra toda inteligencia matemática multiplica cero. Y con el cual cruzaría desiertos más secos que el Atacama, pantanos tan grandes como los del rio Missisipi con blues, jazz, gospel, osos, patos, inundaciones, zancudos tamaño Drácula… Esa nave espacial en una ciudad sin humanos para tomarme un café caliente con una mina de portada, de la cual nunca nadie podría enamorarse. Esa joyita con más atracción que la fuerza gravitacional misma y que todos los agujeros negros del universo juntos. Y que me haría único… en el taco de la Rotonda Pérez Zujovic, único en el taco de Isidora Goyenechea con Vitacura. Talismán de mi identidad.

- ¿Para qué lo quieres? Me espetó Nona.
- Lo necesito para ir a mi trabajo, negrita.
- Te puedo ir a dejar, gordi ...  y buscar, las veces que lo necesites.

¿Me estará mintiendo? No está nada de mal esa oferta considerando que no hay nada más estúpido que tener un automóvil estacionado todo el día para dos insulsos viaje; ir y venir.
Un estacionamiento: un consumidor. 

Un ente para tentarlo a acometer un acto de consumo; porque él siempre tiene “la razón”, porque él es “único”, Algo así como el ABC de la vieja escuela del charlatán,  que con una culebra colgando del cuello nos vendía a un módico precio,  un desmanchador :  “por ser usted se lo dejo en….” Una persona como usted es lo que menos se merece... .Ah! el pecado de la Vanidad que nunca falla en venta. 

- Disculpa negrita, pero tu forma de conducir sobre la línea segmentada deja mucho que desear. No puedes ocupar dos vías, pasar de la tercera vía a la  primera para doblar en plena Alameda sin señalizar.  No sé cómo no adviertes que debes mirar los semáforos a lo lejos para prevenir el giro en la pista correcta y no debes usar el retrovisor para delinear el rouge.  No puedes ir por la autopista de Ricardo Lagos en tercera si es para quinta. Y si no fuera por ese aleteo de tus párpados sobre tus ojos celeste,  el paco te habría pasado el parte sin conmiseración en la ruta 68.

- Sí gordi;  tienes toda la razón…pero yo no he chocado.

Ahí mismo se me acabaron todos los argumentos. Con tres choques a mi haber, uno queda en una feble posición para defensa del género.
Si manejan mejor los hombres que las mujeres, es una lucha que deben dar los invictos de colisiones del tercer tipo. Esto es; no chocar a  50 Km/h en zonas urbanas, no chocar en pleno peaje y no ser un criminal prófugo por cruzar un pueblo rural, dejando una nube de plumas blancas por todos las gallinas que tuvieron la mala idea de ir a picotear a la vera del camino al atardecer de una Semana Santa justo cuando uno va apurado hacía el hogar dulce hogar.
Así es que me hice peatón y usuario – a mucha honra -  del Metro y el Transantiago. Me miraron como si fuera al frente de batalla. Pero en mi primer día de vapuleado caminante y  para mi sorpresa,  mi hijo levantó la mano para detener el bus… y este se detuvo… a sus pies. Solícito...
Casualidad, me dije. Ingresamos con nuestra tarjeta BIP que sonó tan alegre como el “muy buenos días” que nos deseó el chofer. ¿Y qué fue de esos choferes de mi vida escolar que frenaban, yo corría y aceleraban, yo paraba y aceleraban, para reírse de mi apuro? ¿O que lisa y llanamente me insultaban? Las sorpresas no pararían; al llegar a nuestro destino final, los universitarios se despedían con un “muchas gracias” y él, el chofer uniformado – flotando aún en los aires de las Cuatro Estaciones de Vivaldi -  les deseaba un: 

- ¡Que les vaya bien! 

Y las universitarias le respondían un cantarín:   -¡Gracias!

Lo más loco fue cuando nos subimos a un bus con el chofer disfrazado de viejo pascuero que gritaba:

¡Bienvenidos a mi trineo! ¡BIP!
¿No me creen? Bájense de sus autos y dejen de creerles a esos noticieros de lo oscuro, deprimente y chato. Dada así las cosas, cada vez que alguien me habla mal del Transantiago les digo con sutil delicadeza: 
- ¡Váyanse a la chucha!

Nona con esta historia quedó fascinada. El auto era de su exclusividad, o sea, dejé de cancelar permisos de circulación, seguros, partes por mal estacionamiento, estacionamientos, colisiones, tacos, insultos, escupos, atropellos, volcamientos, topones, rayaduras, vendedores del semáforo, pinchazos, cambio de neumáticos,  revisión técnica, balanceo, cambio de aceite, filtros, reposición de catalítico, humo, ¡alcotest!  atrasos, roturas de focos, robos de espejos, de logos, de tapas de rueda, de radios … y robo de mi tiempo.
Me salió más feliz y económico regalarles autos a todas mis hijas que son tres. Aún cuando con sus 45 Kg  y sus 4x4; ocupen  72 m2 de la vía pública… lo mismo que  tres buses Transantiago. 

El permiso de circulación está mal calculado. El cobro debiera ser directamente proporcional al  volumen de ocupación de la vía, a los años de antigüedad y a la  emisión de contaminantes.
Por eso cuando Nona me pregunta en la noche antes de dormirnos,  mientras se encrema  las manos y la cara telemirando al Doctor House:

-     ¿Cómo te fue gordi?
-     ¡Excelente!  -   Le digo.  Y le pregunto:   ¿Y a ti cómo te fue?
       ...
-    Reguleque... no más...

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Mejor pongo otro de los Beatles . .  por si no quieres verme